Pocos son los libros recientes de poesía española en los que, como en éste, los lectores se enfrenten a un ejercicio de profunda exploración de la identidad, tanto en lo que respecta al poema como en lo referido al sujeto poético.
Manuel del Barrio es poeta y no le da vergüenza estrechar una mano y decir hola, qué tal, yo soy poeta, le gusta el café de Starbucks y dormir sin calzoncillos, el hecho de ser hipocondríaco nunca le ha impedido ser alguien en el mundo, mirarse en los espejos, ver la tele, masturbarse
Gsús Bonilla ha dejado de creer en la amabilidad del policía, en el poso humano que bien pudiera emerger en la noche del que “acollara”.
¿Y si la era de la poesía no sólo hubiera concluido ya sino que nunca hubiera acontecido como tal?
Cosecha roja, incorpora, además de los cuadernillos para nada (ed. crecida, 1999) y four roses (cuadernos del vigía, 2002), los últimos poemas inéditos de Violeta C. Rangel
Realmente, no importa hacia dónde se dirija el viaje. / Sólo persigo la sensación de lo nuevo, de lo distinto. (De Notas de Florencia y Venecia)
Es su poesía un grito, un balbuceo hacia lo otro, contra lo otro, un grito y un balbuceo que desde luego no obvian el compromiso, esa especie de bestia negra, de personal peludo y mefistotélico de la poesía contemporánea.